No llames inmundo a lo que yo he santificado, dice el Señor

En la Biblia, específicamente en el libro de Hechos, se encuentra una frase que ha sido utilizada en diversas ocasiones y que tiene un gran significado para los cristianos: "No llames inmundo a lo que yo he santificado, dice el Señor". Esta frase es parte de un diálogo entre el apóstol Pedro y Dios, en el cual Pedro recibe una visión en la que se le muestra que los gentiles también pueden ser salvos, y que no hay diferencia entre ellos y los judíos.
Esta frase ha sido interpretada de diferentes maneras, pero en general se entiende como una enseñanza sobre la igualdad entre las personas y la importancia de no juzgar a los demás. Dios nos recuerda que él ha santificado a todas las personas, independientemente de su origen étnico o social, y que no debemos considerar a nadie como "inmundo" o inferior.
Además, esta frase también puede ser vista como una invitación a reconocer la presencia de Dios en todas las cosas y en todas las personas. En ocasiones, podemos caer en la tentación de juzgar a los demás o de considerar ciertas cosas como "impuras" o "malas", sin darnos cuenta de que todo lo que existe ha sido creado por Dios y puede ser utilizado para su gloria.
Es importante recordar que Dios nos llama a amar a nuestros prójimos como a nosotros mismos, y a tratar a los demás con amor y respeto, reconociendo en ellos la presencia de Dios. Debemos evitar cualquier tipo de prejuicio o discriminación, y recordar siempre que todos somos hijos de Dios y merecemos su amor y su gracia.
La frase "No llames inmundo a lo que yo he santificado, dice el Señor" nos invita a reconocer la igualdad entre todas las personas y a evitar cualquier tipo de discriminación o prejuicio. Debemos tratar a los demás con amor y respeto, reconociendo en ellos la presencia de Dios y recordando que todo lo que existe ha sido creado por él.